• Dale Pepe, dale

    En la fría noche esperancina, aproximando las nueve de la noche. Es una hora complicada para que Pepe, un niño de 12 años que es cobrador de micros, salga a trabajar.
    Al subir al móvil me recibe con un “América, América”, haciendo promoción a su ruta de la empresa de transportes California.


           Se sostiene de las barandas para intentar conseguir a todo tipo de pasajeros para cubrir la cuota de la noche. Y yo intento fotografiarlo.

          Conforme el camino avanza los pasajeros van apareciendo y una sonrisa en la cara de Pepe.      Desde donde estoy solo puedo tomar fotos lejanas y no puedo preguntarle nada. Asi que debo esperar un poco más.

            Vamos ya diez minutos de camino y me acerco a preguntarle algo a lo que me responde casi de inmediato “¿Dónde bajas?” a lo que me sonrió y le digo que quería hablar con él. Me miró asustado y me dio el primer no.

           Mientras Pepe exige el pago del pasaje y que avancen al subir. Me cambio de asiento para intentar conversar mejor. La noche es gélida e  intentar hacer una amistad en ese momento no es muy buena idea.

    Pepe pide la tarjeta para marcar el tiempo de su unidad y entonces lo abordo al regreso.
    -          ¿Puedo hacerte unas preguntas? ¿Es para mi trabajo de universidad?
    -          No, estoy trabajando, me responde
    -          Precisamente es sobre tu trabajo. Tu sólo hazlo yo te observo.
    Luego de hacer un acuerdo y prometerle un pasaje más. Empezamos a conversar y a conocer más sobre él y su trabajo nocturno.
    -          ¿Cómo te llamas?
    -          José Angel, pero me dicen Pepe. Trabajo con mi papá, el que maneja.
    -          ¿y dónde estudias?
    -          Estudio en el Colegio José Olaya.
    -          ¿Qué días trabajas?
    -          Todos los días, pero los sábados y domingos en las noches.
    -          ¿Y cuánto ganas por día?
    -          Eso no te puedo decir, me respondió mientras seguía llamando gente hacia su micro.

    A diferencia de los microbuses comunes, este lo dirigía un niño, una persona que a éstas horas debería estar entre la calidez de su hogar o estudiando para el día siguiente.

            Mientras él sigue trabajando, busco otras opiniones y me topé con Ana María Burgos Cortez “A veces da pena, ¿no? Ver a un niñito trabajando, pero la necesidad hace muchas veces que esto pase. ¿A quien le podemos echar la culpa? A nadie joven. La necesidad nos pone en esta situacion”, comentó


               Y es verdad. La necesidad nos pone en muchas situaciones y una de éstas se evidencia en el caso de Pepe, un niño que cambió sus momentos de infancia por la responsabilidad de trabajar y ayudar a su familia. O podemos decir que está jugando a cobrar en un micro.

    Escrito por : Jorge Luis Solano 

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