Trujillanos de Paso

               

El jirón Pizarro se convierte en la galería de Martina Coller.

Juntar las bebidas con obras de arte un sábado, eso sí que es de buen gusto. Por las noches el corazón de Trujillo se presta para revelar la pasión de Martina Coller, artística plástica y escritora de la vida. Está de visita indefinida en Perú. Llegó de su Buenos Aires querido hace unos tres meses siguiendo su ruta en Sudamérica, donde realizaba presentaciones de diversas obras que realiza en cada uno de los países que visita. Pero  quedó conquistada por Trujillo, entre otros motivos, por la presencia  de artistas urbanos con quienes se siente identificada.

    El frío no es excusa para postergar el gran día. Ha llegado el momento de las esculturas y cuadros. Entonces el jirón Pizarro se convierte en una galería de exposición plástica al paso. Martina cree que para enseñarles a las personas a apreciar la esencia del arte, este no debe tener parámetros económicos. Son los mismos espectadores capaces de valorar virtuosamente el trabajo del autor.

               Un espectador de la mano de su esposa mira de reojo  el maniquí del torso desnudo de una mujer lleno de alfileres. Mientras otros observan los cuadros en alto relieve que se interponen en su camino al casino. Algunos, al esquivar las esculturas que obstruyen su camino, se detienen por curiosidad para visualizar por un pequeño momento, para luego seguir su paso.  Martina ha logrado captar la atención del público. Las personas se han detenido y empiezan a observar sus creaciones.

         Entre sus obras le da un lugarcito a Trujillo, regalándole un retrato de nuestra capital de la eterna primavera, que captó su atención. Para acompañar la velada un hombre coloca su sombrero en el piso y toca una marinera norteña que despierta al que pase por allí.

           Vinieron entonces, inesperadamente, o muy esperadamente los extranjeros que han conseguido creativamente innovar y recrear un poco nuestros pasajes trujillanos estas noches de frío invierno.

             En un rincón de la exposición, un pequeño aviso dice: “¿Sería tan amable de colaborarme? No se preocupe no lo estoy mirando”.

               Por su lado Martina toma mate, mientras se dispone a atender al  público y aprovechando así las cosas, unas horas después todo vuelve a la normalidad.  Los visitantes se han  retirado.

Es momento de guardar las obras, mientras los amigos de Martina esperan en la berma para celebrar la gran acogida.

Escrito por : Jinnett Jaime